Se sentía de maravilla al saber que era la rosa más bella del jardín. Sin embargo, la gente sólo se la miraba de lejos.
El sapo, muy obediente, respondió:
Le dijo entonces:
- Vaya, se te ve muy mal. ¿Qué te pasa?
Por fin se dio cuenta que a su lado siempre había un enorme y repugnante (a su parecer) sapo, y que, precisamente por eso, nadie se atrevía a verla más de cerca.
Indignada ante lo descubierto, le ordenó al sapo que se fuera de inmediato.
El sapo, muy obediente, respondió:
- Está bien, … si así lo quieres.
Poco tiempo después el sapo pasó por donde estaba la rosa y se sorprendió al verla totalmente marchita, casi sin hojas y pétalos.
Le dijo entonces:
- Vaya, se te ve muy mal. ¿Qué te pasa?
La rosa contestó:
- Desde que te fuiste las hormigas no han parado de torturarme. Nada ha vuelto a ser igual.
Y el sapo, moviendo la cabeza en señal de compasión, dijo:
- Claro, cuando yo estaba aquí me comía a esas hormigas… y eso te permitía ser la más bella del jardín.
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